"La vida tiene que ser una fiesta continua" dijo en su día un famoso artista de mi tierra. Seguro que ese deseo lo anhelamos más de uno mientras nos tomamos las uvas cada fin de año rememorando el tiempo pasado. Pero la cosa se queda en un puro deseo para la mayoría de nosotros, y hacemos de la fiesta una anhelada excepción. Pero eso no quita que ese personaje del que os hablo tenga toda la razón y que tendríamos que aprender a vivir una y otra vez, hasta aprender a vivir la felicidad y no a anhelarla eternamente. No dejarnos aplastar por la realidad y no dejar que la marea cotidiana nos arrastre sin remedio hacia una desdichada vida donde la felicidad la emmarcamos en sueños utópicos y no en las cosas más tangibles.
Este último mes navideño nuevamente he hecho un paréntesi donde la calma ha reinado junto con los reencuentros de amigos y familia y las carcajadas y caras de asombro de mi hijo. Los que me conocen saben que soy de gustos senzillos, simples dirían otros, la familia, una buena charla, la lectura, las caminatas por el bosque,...y es en estos pequeños actos que a muchos les parecen cotidianos, donde encuentro el verdadero significado de la palabra felicidad.
Si me pidierais que os definiera la felicidad segurament os la describiría así: un día de lluvia con los míos cerca. Un instante de soledad muy acompañada. O ese pequeño instante en que mi hijo y yo nos partimos a carcajadas. Hay tantos y tantos momentos felices que me niego dejarme arrastrar por los que no lo son tanto.
No os habéis dado cuenta que cuánto más tangible es nuestra vida más la podemos modelar como si fuera nuestra? Y estos momentos de dominio absoluto son tan extraños como extraordinarios.
Siempre he acabado llegando a la conclusión que lo importante no son los años de vida, sinó su intensidad. Puedes vivir 80 años y no haber vivido nada y haber vivido 30 y haberlo vivido casi todo. Y esta intensidad no se encuentra sólo en las cosas más imposibles sinó también en lo más ínfimo, en lo más insignificante.
No os negaré que no estoy segura de saber vivir lo suficiente, porque el simple hecho de parar a veces la máquina me resulta tan trabajoso... todo va tan deprisa y es tan urgente, tan voraz...
Pero al menos intento Vivir y encontrar la felicidad en todo ese día a día que me rodea. Seamos soñadores...vaaale, pero también toquemos de pies a tierra porque es en esa tierra donde seguramente encontraremos las semillas de nuestra felicidad. Y si conseguís los sueños...pues enhorabuena, habéis conseguido el completo jeje.
Y no olvidéis que..."te vas a dormir y cuando te despiertas te has hecho mayor". Así que...aprovechad cada momento y no dejéis para mañana lo que podíais haber hecho anteayer. Porque los años pasan y pasan y van muy ràpidos. Siempre que me hago un paréntesi de calma itnento reflexionar sobre mi vida y su sentido más profundo, me hago promesas y me digo a mi misma que sabré vivir mejor. Dedicar más tiempo a mi familia, a mis amigos, a mis lecturas, a mi hijo, a mis pequeños placeres...A veces lo consigo...y a veces no... porque a veces no negaré que es difícil salir de esa rueda que nos atrapa más allá de nuestras voluntades dejando nuestros buenos deseos en eso, sólo buenos deseos. Pero ojo, aun cuando no los logro siempre me queda en la retina esos instantes robados al tiempo, esos instantes delicados, esos instantes deliciosos, esos instantes que te hacen cosquillear todo el cuerpo. Instantes que no podemos retener pero que por unos segundos, por unos minutos, nos hacen felices y dan todo el sentido que necesitamos para nuestra vida.
Y este podría ser uno de estos instantes...