Aprendí que,
el azar es quien reparte las cartas a cada uno, no lo podemos controlar y no depende de nosotros. Pero hay gente que tiene muy buenas manos de cartas y las juega fatal, y hay gente que tiene manos muy malas y que hace grandes partidas. El azar reparte las cartas, y la buena suerte, el éxito, dependerá de como tú las juegas y la mayoría de veces lo más importante no es ganar la partida sinó disfrutar y aprender en ella.
Aprendí que,
la buena suerte es como una semilla que hay que plantar, si no la regamos no crecerá y dependerá de nosotros y del esfuerzo que le dediquemos que vaya creciendo.
Aprendí que,
la buena suerte, el éxito, nunca llegará si te quedas esperando a que tu vida mejore sin que tú mejores. La casualidad, en la buena suerte, no existe. Eres tú quien debe crear esas circunstancias que hagan posible el conseguir tus objetivos.
Aprendí que,
muchas de las cosas que queremos que canvien dependen exclusivamente de nosotros mismos.
Aprendí que,
de pequeños necesitamos de alguien que nos diga que nosotros podemos para creer en nosotros mismos, pero de adultos tenemos que ser capaces de auto-animarnos y creer en nosotros mismos sin la ayuda de los demás.
Aprendí que,
todo es cuestión de aptitud, de estar abierto a las cosas. Cuando tienes claro lo que quieres, la oportunidad aparece y sólo si estás preparado podrás y sabrás aprovecharla.
Aprendí que,
para conseguir tus objetivos, tu felicidad, tus sueños, es indispensable la perseverancia, el esfuerzo personal y el coraje, entendiendo el coraje no como la falta de miedo sinó el tener consciencia de que hay alguna cosa por la que vale la pena que te arriesgues, la cual hará que te la vayas jugando, día tras día, para conseguirla.
Aprendí que,
en esta vida aquel que tiene mayor capacidad de recuperarse de las caídas y de remar a contracorriente es el que tendrá más posibilidades de ser feliz.
LA BUENA SUERTE SE HACE, NO SE TIENE. LA BUENA SUERTE, SE TRABAJA