10 de febrero de 2017

No hay más ciego que el que no quiere ver


¿Quién de nosotros, alguna vez, aunque sea sólo una, no ha prejuzgado a alguien por su apariencia? Y a la hora de juzgar esas apariencias nos hemos basado en esos estereotipos, en esos patrones, que nos han implantado a fuego en nuestra mente des de minutos después de nuestro nacimiento. Dibujos animados, películas, revistas... Gente con cuerpos esbeltos y bien proporcionados con facciones suaves, dan más sensación de buenas y exitosas personas que no gente con rastas, mal vestida y con pearcings, ¿a qué sí? Y una mujer 90-60-90, ¡la bomba!. Sí, este tipo de apariencias nos invitan más a conocer a esas personas, pero...y ¿cuándo empezamos a relacionarnos más a fondo con esas personas? ains amigo, aquí la cosa muchas veces se tuercen. Sorpresa, sorpresa.

No es hoy mi intención cargar contra los buenorros y buenorras, ni tampoco lo contrario. Simplemente haceros ver que la primera impresión, la cual se basa principalmente en criterios sobre la apariencia, hace que muchas veces dejemos de conocer a gente maravillosa.

Yo divido a las personas que me causan interés en dos grupos: guapas y atractivas. Los guapos me alegran la vista, y los atractivos me roban el corazón. Y si es guapo y atractivo, uy, entonces me roban la vista, el corazón y el segundo chakra jajaja. ¿Y qué es lo que hace que una persona me resulte atractiva? Pues es algo que cuesta explicar, porque es todo el conjunto. Puede que su mirada, puede que su forma de expresarse, puede que su forma de moverse, puede que su aptitud, su inteligencia...pero nunca se basa únicamente en su físico, por lo que si me dejara llevar exclusivamente por el chasis seguro no habría, ni hubiese encontrado nadie que me atrajese lo suficiente como para volver loco a mi corazón y a mi cabeza.

Y ahora extrapolemos todo esto a los paisajes. ¿Cuál de estos dos paisajes os resulta más guapo?

            1. Aigüestortes                 2. Aiguamolls de l'Alt Empordà 

¿Cuál de ellos os invita a coger la mochila y perderse un fin de semana? Pondría la mano en el fuego, y no me quemaría, a que la mayoría habéis dicho el número 1, cuando los humedales albergan una biodiversidad tan o más grande que un ecosistema de alta montaña. Pero, oh, nos resultan feos. Y además antipáticos porque tienen mosquitos y bichos. Por eso, por prejuzgarlos simplemente por su cara más externa, por su apariencia, nos los hemos cargado y seguimos cargándonos los pocos que nos quedan en condiciones (Delta del Ebro, Doñana, etc.). 

Los humedales son esenciales para la conservación de nuestras playas (pero hemos preferido construir edificios y paseos marítimo), esenciales como  lugar de paso para muchísimas aves migratorias, uno de los lugares más productivos del mundo, y un largo etc. 

En definitiva, los humedales son esenciales para nuestra existencia, pero son feos, ese ha sido su "gran fallo". ¡Pues no! el gran fallo es que los seres humanos somos tan estúpidos que muchas veces sólo somos capaces de valorar las cosas por lo que vemos, no por lo que nos transmiten o por lo que verdaderamente pueden aportarnos. Prejuzgamos y dictaminamos sentencias sin ni tan siquiera dar la oportunidad a cada lugar, a cada persona, de mostrarnos todo su esplendor. Y así nos va, humanos llenos por fuera, vacíos por dentro, rodeados de mierda y abocados a un planeta cada vez más devastado.

¿Y si os dijera que la siguiente foto también es del  mismo humedal de antes?



No hay más ciego que el que no quiere ver o, que el que sólo se deja llevar por las primeras impresiones.

1 de febrero de 2017

Otra historia más de aborígenas, colonizadores y la estupidez humana: Tierra de Fuego (Argentina)




Recuerdo cuando visité Tierra de Fuego (Ushuaia-Argentina) y uno de los pocos descendientes aborígena de la zona me contó una de esas tantas historias tan dramáticas fruto de la estupidez, la soberbia y la prepotencia humana.

Os la resumo. En esas tierras, existía una tribu indígena hasta que llegaron los santísimos colonizadores apostólicos y católicos.

Los indígenas del lugar, pese a las temperaturas tan extremas, iban desnudos. Se cubrían el cuerpo con grasa animal que los aislaba de las bajas temperaturas.

Para los colonizadores el ir desnudo era toda un "pecado" y una obscenidad. Así que los vistieron. Y por culpa de esas vestimentas, que llevaban bacterias y virus que hasta entonces no existían en esas tierras, poco a poco, esos indígenas fueron enfermando y muriendo ya que no tenían defensas naturales para esos nuevos virus. El final, ya os lo podéis imaginar, desaparecieron.

Otra prueba más que los que nos llamamos humanos "avanzados" (ja y ja) nos empeñamos en convertir en insostenible lo sostenible simplemente por nuestro afán de imponer nuestras creencias y convicciones. ¡Qué equivocados vamos! Y después nos preguntamos cómo es posible que cada vez las cosas vayan a peor.