Recuerdo que de niña me quedaba embobada delante de la pantalla del televisor deleitada, a la vez que sorprendida y con curiosidad, viendo los espectáculos de magia. Para entonces, no me preguntaba ni cómo recórcholis lo hacían ni qué truco habían hecho servir. Simplemente creía que era magia, que los polvitos mágicos eran polvitos mágicos y que el conejo salía por arte de magia de la chistera. Dichosa inocencia, verdad? qué mundo aquel en el que vivíamos de niños, en el que siempre había un hueco para las hadas, los gnomos...y como no, la magia.
Pero un día llegó mi adolescencia, y con ella el trabajar los fines de semana en un grupo de animación y de magia de uno de mis tíos. La Lluna se llamaba, y se llama el grupo, porque aún siguen haciendo bolos de tanto en tanto. Y ahí se truncó la "mágica inocencia" al descubrir detrás del escenario que los polvitos no eran los polvitos que imaginaba y que el conejo no salía por arte de magia de chistera sinó porque lo metíamos nosotros. Por un lado, perdí la "mágica inocencia", pero por otro empecé a vivirla desde otra perspectiva. Dejé de ser espectador para pasar a ser parte de esa "magia", ayudando a realizar esos trucos y disfrutando, esta vez, viendo las caras de admiración del pequeño público.
Imaginemos que ahora traspasamos todo esto que he explicado a nuestro día a día, a nuestra vida. De pequeños, nuestra inocencia, nos hace percatar las cosas de nuestro alrededor de una determinada manera. Todo es bello y divertido, la vida es fácil y disfrutamos llenándonos de arena y barro hasta las orejas. Pero de mayores se desvanece esta inocencia, y algunos nos transformamos en gente huraña, desilusionada de la vida. Todo lo vemos negro, pues las cosas ya no nos parecen tan simples. Señores, señoras, giremos la tortilla, no nos hundamos en la desesperación y en lo aburrido de una vida sin gnomos, ni cuentos de hadas. Participemos de ella, haciéndonos cómplices de esos niños y no desmoronando su inocencia y sus ilusiones. De pequeños nos deleitamos con la sencillez de las cosas, de mayores hagamos las cosas sencillas a los niños.
Cada etapa de la vida tiene sus cosas, sepamos aceptarlas, sepamos sacarles su jugo y disfrutemos de ellas. No nos obstinemos en refugiarnos en una determinada etapa, pues tanto disfruta el mago como el niño.
Y hablando de magia aquí os dejo el espectáculo de un mago holandés al que retaron a ver qué era capaz de hacer en 5 minutos. Si os gusta la magia, no os lo perdáis:
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