24 de mayo de 2019

Rincón




Y te sientas. Pides tu café y sacas el libro del bolso. Inspiras una fuerte bocanada de aire melancólico, que no rancio, y te sientes afortunada de poder volver a este lugar. A este rincón de mi querida ciudad, entre piedras que custodian centenares de secretos y páginas de historia. Entre numolitos que te muestran que no siempre donde hubo tierra hay tierra, y donde hubo agua hay agua. Porque todo cambia, incluso nuestro planeta, aunque lo haga a pasos exageradamente lentos.

Me gustan los rincones apartados, porque te hacen pequeñita y te ocultan durante un tiempo. Sí, los rincones te empequeñecen como persona pero ensanchan tu imaginación y engrandecen tus pensamientos. ¿Será por eso que los niños sempre buscan algun rincón para crear y recrear su escondite, su barraca, su casa de juguetes?. Son en esos rincones dónde dan más rienda suelta a su imaginación creando escenarios de todo tipo, restaurantes con hojas como platos y coches como comida, cuevas con monstruos tan feroces como el peluche de dinosaurio o un hogar con una sábana como paredes y muebles hechos por columnas de mullidos cojines.

Sí, estos rincones me transportan también a mi infancia, esa en la que me encontraba tan a gusto en esos restaurantes, cuevas y casitas de sábanas. Será por eso que amo este rincón. Un rincón que no sólo me transporta y me escabulle de la vorágine diaria, sinó que también me hace soñar, soñar en que otro futuro es posible, sólo hace falta no cometer el error de tener miedo precisamente a cometer errores. 

Este rincón es auténtico, igual no tendrán el mejor café de la ciudad, pero es de los pocos lugares que todavía parecen mantenerse intactos al paso del tiempo, dónde las agujas del reloj parecen pararse. 

Abro el libro y empiezo a leer durante esta pausa que me hoy me he concedido nuevamente, en este maravilloso rincón.

El paraiso por poco más de un euro. ¿Te apetece? ¿hacemos un café?





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