Más que preguntarme los por qué me es más útil reflexionar sobre los para qué. Los para qué no son más que los propósitos, los objetivos. Para qué haces lo que haces o para qué vives cómo vives.
Son esos para qué la brújula en mi camino y mi criba. Si en algo encuentro el para qué, sigo hacia delante. Si en algo no encuentro el para qué, lo elimino. No tiene sentido hacer cosas por hacer, sin que tengan un para qué.
La vorágine que nos debora en este sistema pensado para hacer las cosas rápido y sin pensar, muchas veces nos hace perder esa brújula, y empezamos a perdernos y a dar vueltas en círculo en el desierto en vez de caminar hacia el oasi.
Son esos para qué los que avivarán tus deseos, los que llenarán de sentido tu vida y cada cosa que hagas, por muy pequeña que sea.
Son esos para qué los que muchas veces me hacen ver que nos complicamos la vida, que nos comemos la cabeza, con cosas para nada importantes, ni transcendentes. Porque al final te das cuenta que esos para qué acaban siendo como mucho dos, tres, cuatro cosas...que son la verdadera llama de tu vida.
Es preguntándote los para qué que te darás cuenta de qué es verdaderamente importante y llegarás a la senzillez, al vivir senzillo, lo cual nos llenará igual o incluso más que vivir repleto pero complicado.
Calidad y no cantidad. Sentido y no sinsentidos.
A partir de ahí, ya llegarán los con quién, para cuándo y para dónde.
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