Ese momento en el que decides pasar de todo, apartar tus responsabilidades durante un rato y sentirte libre por la ciudad comprándote uno de esos enormes, deliciosos y únicos donuts de chocolate de la histórica pastelería Reverter.
- ¿Me lo puedes partir por la mitad, por favor? Así me como ahora un trozo y mañana el otro.
Inocente de ti Gaia, al final acabaron ambos trozos en tu panza en menos que canta un gallo. Pero comer un donut gigante de chocolate andando despistada por las calles puede traer consigo considerables consecuencias, como....llegar a casa y darte cuenta que anduviste varias horas por la capital con los morros y parte de los mofletes llenos de chocolate...de bastante chocolate.
Ese breve instante que separa la sorpresa al descubrir tu cara llena de chocolate frente al espejo y la carcajada no tiene precio.
No, no deis más vueltas de las necesarias. La felicidad no está tan escondida ni requiere de descifrar magistrales fórmulas matemáticas, la felicidad se encuentra en esa cara de chocolate.
Me gusta este relato, porque me hace recordar que de cierta forma nunca dejamos de ser "niños". Te lo dice alguien que también es feliz comiéndose un chocolate en la borrosidad del mundo o camino al trabajo seguir las líneas de las baldosas sin perder el equilibrio, te ríes de ti y del mundo, sin ridiculizar nada, eres tú siendo feliz en estado puro.
ResponderEliminarTe deseo muchos días así, más sonriente, desenfadada y cediendo a los gustos.
Te abrazo, y los abrazo.
Tu siempre con tus buenos deseos. Muuuchas gracias y muuuchos abrazos querido amigo!
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