26 de septiembre de 2018

A tu lado


Cuando el crepúsculo deje paso a la noche, cuando el silencio invada nuevamente tu vida, cuando te tiemblen manos y piernas, cuando el corazón te salga por la boca herido, cuando no recuerdes lo que es dormir bien, cuando abras los ojos y nada esté en el lugar que esperabas, cuando despertarse sea una pesadilla. Cuando ni delante ni detrás encuentres a nadie, mira hacía al lado y ahí estaré yo.

Para siempre.

19 de septiembre de 2018

Señoras y señores, actitud




No, no, no y no. La cuestión no son los demás o la mala suerte, sinó la actitud con la que afrontamos cada situación.

A una misma situación, diferentes actitudes, diferentes resultados. Pruébalo y después me cuentas.

Sigo siendo Yo



Cambias. La vida te regala arrugas. El tiempo, imprevistos a los que lidiar lo mejor que una puede. Y por mucho que quieras, cuesta mantenerse en la misma línea de siempre. Llega un momento que, sin darte cuenta, tu alrededor va borrando lo que eras para crear una nueva persona. Pareces diferente, actúas diferente, pero ahí adentro, arropado entre sueños e inquietudes, sigue latente tu Yo gritándote querer volver a salir.

Es aquella esencia con la que naciste, con la que un día viviste y que un día esas arrugas creyeron borrar y mandar al país de nunca más. Pero no. Si metes agua en una olla a presión y la dejas en el fuego mucho tiempo, o usas la válvula de escape o la olla explota.

Todos somos equilibristas, y a muchos les gusta mantenerse en el centro, sin tambaleos, en su zona de confort, sin extremos. No sé por qué me extraña, al fin y al cabo, por naturaleza, somos seres sociables. Pero no. Yo en ese punto de intersección, en ese centro diplomático no me he sentido nunca a gusto. Y mira que este cielo es testigo que lo he intentado. Pero no.

Escuchando en la radio un programa de música tradicional me ha venido en mente un montón de recuerdos. De esas noches con mis colegas, comiendo botifarra i pa amb tomàquet en mesas de camping al son de esa música que tanto me gusta y que hace años que llevo olvidada. Olor a maría, porrón de vino, miles de charlas alrededor de esa mesa arreglando el mundo para acabar bailando alrededor de una hoguera una polca, una jota, una corranda o un ball de bastons. ¡Qué tiempos aquellos! nosotros con nuestra ropa gastada, zapatillas de lona, camisetas holgadas, arreglando el mundo y disfrutando la vida al son de esos pasos polvorientos bajo el son de esa música en un montón de fiestas tradicionales. Mientras, los demás corrían hacía las discotecas a ponerse hasta el culo de drogas que ni el nombre he aprendido nunca y buscando en el alcohol la única forma en la que sabían divertirse... Pienso en ello, y me siento afortunada. Al mirar hacia atrás, no me arrepiento de lo que hacía, ni me arrepiento de haber dejado de hacer otras cosas... hacía justo lo que me venía en gana, sin importarme que no siguiera las modas de antaño. ¡Qué tiempos!

Y escuchando en la radio ese programa de música y esas canciones... un interruptor ha vuelto al modo on. Sí, ese Yo continuaba ahí, arropado entre sueños latentes e inquietudes, y hoy, ese interruptor lo ha hecho volver a salir y me siento genial.

Vuelves a hacer aquellas cosas que tanto te gustaban, vuelves a ser esa mujer descarada y desvergonzada. Vuelves a ser la misma de antes, aunque tus responsabilidades son muy distintas. Aprendes a convivir con ellas y con lo que eres. En definitiva, aprendes que hay tiempo para todo, que la vida va por etapas, que negarte a ellas es darte cabezazos contra un muro, y que lo correcto es pisar fuerte en cada una de ellas sin dejar de pensar en lo que un día fuiste, porque ahí está, y en cualquier momento, vuelve a brotar.

Vuelvo al pasado para afrontar el presente y comerme el futuro. Diferente, pero la misma.







8 de septiembre de 2018

No he estado a la altura



Durante mi vida en más de una ocasión he sentido que no he estado a la altura. Quieres mucho a alguien, pero cuando ya no está, te viene esa sensación y esos remordimientos de haber podido hacer más de lo que hiciste. Que te digan eso de hiciste todo lo que pudiste no te consuela porque sigues creyendo que no fue así, que pudiste haber hecho todavía más.

No sé si será consecuencia de mi elevada auto-exigencia o si realmente en esos momentos, con esas personas, no estuve verdaderamente a la altura.

No creo en San Pedros ni en tribunales del Más Allá que una vez muerta me manden para el Cielo o para el Infierno según haya hecho en vida, así que siempre he creído que es en esta vida dónde nuestros hechos son juzgados y sentenciados, y cuando se lo merezcan, perdonados. Es aquí dónde se nos juzgará, ya sea mañana, dentro de una semana o de diez años, porque lo que te ocurra en esta vida es en gran parte consecuencia de tus actos. Todo lo que das, de una forma u otra, vuelve. Así que será el tiempo quién juzgue si ha sido el puto egoísmo o mi maldita elevada auto-exigencia la que me hace sentir este sentimiento de culpa algunas veces. 

Si fallé en algo, recogeré tempestades, y tendré que aprender de sus aguas para no volver a repetirlo. Si, por el contrario, hice lo correcto o lo mejor que lo podría haber hecho en ese momento y en esas circunstancias, supongo que recogeré girasoles.

Somos humanos, soy humana, y por lo tanto imperfecta no, lo siguiente. A veces acierto, muchas otras veces me equivoco. Lo difícil es saber llevar lo segundo, los errores, cuando ya no es posible subsanarlos con esa persona. Pero de todo se aprende y supongo que la lección servirá para no volver a cometer esos errores en un futuro, con otras personas. Aunque los remordimientos ahí están, siempre ahí, clavándose como puñales mientras tú sigues sin saber si verdaderamente fuiste una puta egoísta o hiciste todo lo que pudiste. Et voalá, la incerteza con la que tenemos que aprender a vivir día a día esta vida.

Porque si no aprendes que cada uno recibe lo que da y cada uno da lo que recibe, si no crees en el efecto mariposa que tiene cada uno de nuestros actos, por insignificantes que te parezcan a veces, y si no consigues darle la vuelta a tus remordimientos para encontrarles una salida en vez de fustigarte día a día con cada uno de ellos, acabarás bajo el barro.

La vida es energía y como ella, todo se transforma. Así que intentemos transformar en algo positivo cada uno de nuestros errores. Como suelo decir, pensemos y actuemos en verde y dejemos el negro para observar las estrellas.