19 de septiembre de 2018

Sigo siendo Yo



Cambias. La vida te regala arrugas. El tiempo, imprevistos a los que lidiar lo mejor que una puede. Y por mucho que quieras, cuesta mantenerse en la misma línea de siempre. Llega un momento que, sin darte cuenta, tu alrededor va borrando lo que eras para crear una nueva persona. Pareces diferente, actúas diferente, pero ahí adentro, arropado entre sueños e inquietudes, sigue latente tu Yo gritándote querer volver a salir.

Es aquella esencia con la que naciste, con la que un día viviste y que un día esas arrugas creyeron borrar y mandar al país de nunca más. Pero no. Si metes agua en una olla a presión y la dejas en el fuego mucho tiempo, o usas la válvula de escape o la olla explota.

Todos somos equilibristas, y a muchos les gusta mantenerse en el centro, sin tambaleos, en su zona de confort, sin extremos. No sé por qué me extraña, al fin y al cabo, por naturaleza, somos seres sociables. Pero no. Yo en ese punto de intersección, en ese centro diplomático no me he sentido nunca a gusto. Y mira que este cielo es testigo que lo he intentado. Pero no.

Escuchando en la radio un programa de música tradicional me ha venido en mente un montón de recuerdos. De esas noches con mis colegas, comiendo botifarra i pa amb tomàquet en mesas de camping al son de esa música que tanto me gusta y que hace años que llevo olvidada. Olor a maría, porrón de vino, miles de charlas alrededor de esa mesa arreglando el mundo para acabar bailando alrededor de una hoguera una polca, una jota, una corranda o un ball de bastons. ¡Qué tiempos aquellos! nosotros con nuestra ropa gastada, zapatillas de lona, camisetas holgadas, arreglando el mundo y disfrutando la vida al son de esos pasos polvorientos bajo el son de esa música en un montón de fiestas tradicionales. Mientras, los demás corrían hacía las discotecas a ponerse hasta el culo de drogas que ni el nombre he aprendido nunca y buscando en el alcohol la única forma en la que sabían divertirse... Pienso en ello, y me siento afortunada. Al mirar hacia atrás, no me arrepiento de lo que hacía, ni me arrepiento de haber dejado de hacer otras cosas... hacía justo lo que me venía en gana, sin importarme que no siguiera las modas de antaño. ¡Qué tiempos!

Y escuchando en la radio ese programa de música y esas canciones... un interruptor ha vuelto al modo on. Sí, ese Yo continuaba ahí, arropado entre sueños latentes e inquietudes, y hoy, ese interruptor lo ha hecho volver a salir y me siento genial.

Vuelves a hacer aquellas cosas que tanto te gustaban, vuelves a ser esa mujer descarada y desvergonzada. Vuelves a ser la misma de antes, aunque tus responsabilidades son muy distintas. Aprendes a convivir con ellas y con lo que eres. En definitiva, aprendes que hay tiempo para todo, que la vida va por etapas, que negarte a ellas es darte cabezazos contra un muro, y que lo correcto es pisar fuerte en cada una de ellas sin dejar de pensar en lo que un día fuiste, porque ahí está, y en cualquier momento, vuelve a brotar.

Vuelvo al pasado para afrontar el presente y comerme el futuro. Diferente, pero la misma.







No hay comentarios:

Publicar un comentario