Un día conoces a esa persona que te hace temblar sin estar.
Que consigue hacerte reir aunque no puedas verla.
Que te provoca un cosquilleo sólo en pensar que existe.
Que te invade la mente estés haciendo lo que estés haciendo.
Todo te recuerda a esa persona. Un olor, un color, una forma...
Porque está presente en tu día a día como si fuera tu sombra.
Y no, todavía ni tan sólo le has tocado.
Pero amar es una sensación, el amor es abstracto, y para alguien concreto como yo, es este sentimiento el que a veces puede llegar a hacerte dudar de la existencia de cosas que aunque no veas, percibes y por consiguiente, existen aunque no puedas tocarlas.
De la duda, nace la pregunta, de la pregunta, nacen respuestas, y algunas que te hacen dar un giro de 360 grados en relación a lo que hasta ahora pensabas. Y eso es bueno, muy bueno. Porque vivir immóbil como un árbol no te dejará ver lo que volando ve un pájaro.
¿Existe el más allá? ¿existen las almas? ¿existen los viajes astrales?
Empiezo a dudar...
Porque para amar no hace falta tocar.
Porque un día descubres que eres capaz de amar a alguien a quién todavía no has ni tocado.