No, no vengo aquí a escribirte con resentimiento ni egoísmo.
No vengo a querer formar parte nuevamente de tu vida,
a ser una piedra en tu camino,
o a pedirte explicaciones.
Sólo quería decirte que todavía me vienes en cada paseo por la montaña,
cuando estoy aislada de ruidos.
Me vienes en el canto del pájaro,
en la brizna de Sol,
en el susurro de los arbustos.
Pero no es tristeza,
es afecto.
No es melancolía,
es satisfacción.
No es rencor,
es amor.
Tú y yo sabemos lo que tenemos,
lo que sentimos.
Va más allá del sexo
o de una tarde de cine.
Lo tuyo y lo mío va de algo especial,
inexplicable, más allá del espacio y del tiempo.
Muchos no lo entenderían porque hay que haberlo vivido para sentirlo y hay que haberlo sentido para vivirlo.
Lo tuyo y lo mío habla de algo tan bello como el infinito y lo inexplicable.
Igual ya no se escribirán más líneas en nuestra historia, pero lo ya escrito me es suficiente.
Nos hemos regalado un espejo que nos ha mostrado nuestra sombras y nuestras virtudes, un espejo que cuánto más nos separa, más nos une.
Vengo aquí porque me gustaría saber que estás con una mujer
de esas que te susurran cada día al corazón.
Que te arropa cada noche,
y te despierta a besos cada mañana.
Me gustaría saber que has encontrado ese trabajo que te llena no sólo los bolsillos.
Me gustaría saber que has recuperado ese ser que perdiste hace años.
Me gustaría saber que ya están cicatrizando tus heridas.
Vengo aquí porque dónde quieras que estés,
con quién quieras que estés,
ya sabes.
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