Es jodidamente hermoso.
Acabo de volver de mi caminata matutina por la montaña. Hay gente que necesita una musa, una droga, la meditación, la hipnosi o que le abduzca un marciano para entrar en trance. Yo sólo necesito entrar en contacto con la naturaleza.
La montaña me llama cada mañana, y hoy no fue la excepción. Hay días que mientras la
mayoría de la gente se enreda en sus quehaceres diarios, yo me adentro
en un sendero solitario y tranquilo. Es un paraíso, una experiencia
jodidamente hermosa y reconfortante.
Hace tiempo tomé una de las mejores decisiones de mi vida: dejar atrás el bullicio de la ciudad y mudarme a un pueblo rodeado de naturaleza. Aquí, las relaciones con las personas son más cercanas. Cada calle, tienda y plaza me hace sentir en casa. No todo es fácil ni agradable, pero valoro la importancia de sentirme a gusto en el lugar donde habito. Este rincón se ha convertido en mi hogar. No todo es coser y cantar, ni fácil ni agradable. No todo el monte es orégano, pero no tengo duda de la importancia de sentirte a gusto en el lugar donde habitas. Poder hacer de ese lugar, tu hogar.
Hoy, la montaña, los campos y el paisaje vuelven a estar deslumbrantes. Verdes, rojos, lilas y blancos se entrelazan en un mosaico esplendoroso de colores.
Las mariposas blancas revolotean a cientos por los campos, y he vuelto a jugar con ellas. Hacía tiempo que no lo hacía. Me estiro en mi rincón favorito, sobre la hierba, dejando que se posen en mi cuerpo. Sus cosquillas transmiten el cariño y la generosidad de la naturaleza, siempre dispuesta a acompañarme y escucharme.
También he vuelto a acariciar la vegetación del margen del camino durante mis pasos, una pequeña gran cosa que me conecta conmigo misma.
Los colores vibrantes de la primavera, el verde del bosque, el olor a tierra mojada y el sonido de los aleteos y el cantar de los pájaros me impulsan. Hace tiempo que yace un nudo allí donde reposa mi diafragma, que a veces no me deja ni respirar, pero estas pequeñas cosas me dan el coraje y la fuerza para liberarlo. La naturaleza grita su renacimiento con intensidad y luz, y yo respiro más profundo.
Son esas pequeñas grandes cosas que me devuelven a mí.
Todas esas pequeñas cosas me dan el coraje, me dan la fuerza, me dan las GANAS, de dejar ir ese nudo y dejarlo explosionar igual que ha explosionado y gritado la naturaleza la primavera, con fuerza, con intensidad, con luz y color.
Y he llegado a casa con esas ganas desbordantes de sentarme nuevamente frente al teclado y dejar ir sin dilaciones, todo el sentir de esta mañana.
Quizás nadie más me entienda, pero eso no importa. Estas palabras son mías, y aquí, en mi diario de a bordo, me siento a gusto. Aquí donde siempre regreso para intentar ser y recordar.
Y esta mañana mis pulmones pueden respirar un poco más.
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