Su presencia iluminaba cualquier lugar al que iba. Siempre vestía con colores vivos, como si fuera un arco iris ambulante, y su risa alegre resonaba en el aire como el canto de un mirlo.
A menudo, la veían correr por el bosque, persiguiendo mariposas que parecían sentirse atraídas por su entusiasmo infantil.
Tenía un don especial: sabía que a veces la gente la subestimaba, creyendo que era tonta por sus ocurrencias y su forma despreocupada de ver la vida. Sin embargo, era astuta y perspicaz. Sabía cuándo era mejor hacerse la tonta para evitar problemas, ver cómo reaccionan los demás ante determinadas situaciones o para sorprender con su sabiduría oculta.
"A veces parezco tonta, pero otras veces solo me hago la tonta".
No todos aprendían a no juzgarla por su apariencia alegre y despreocupada, ni descubrían que, tras su fachada de niña traviesa y colorida, había una mente ágil y un corazón valiente.
Aún sigue corriendo tras mariposas y vistiendo colores vivos, recordando siempre que, a veces, es mejor dejar que los demás te subestimen para luego sorprenderlos con tu verdadera esencia o, simplemente, para evitar que se acerquen aquellos que no valoran tu presencia.
A veces, no mostrar todo tu potencial desde un principio te permite poder disfrutar en libertad de ser tú misma sin la presión de cumplir con lo que otros esperan de ti.
Lo importante no es mostrar lo que Eres, sinó saber tú quién Eres.
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