
Recuerdo perfectamente una tarde de hace unos 25 años, después del colegio, tomándome un bocadillo y un zumo de naranja delante del televisor unos minutos antes de las clases de Taek-Kwon-Do. Y ahí apareció, en la pantalla del televisor, un cielo lleno de estrañas luces de colores. Supongo que debía ser un documental de aquellos típicos de horario infantil, de los de entonces. Y sí, ahí aparecieron esas luces en el cielo. Le pregunté a mi abuelo que qué eran y él simplemente supo decirme "luces de colores, y acábate de una vez ya el bocadillo que llegamos tarde". Pero el hechizo ya fue dado. Des de ese preciso momento ya sabía que yo quería ver en persona esas luces de colores tan hermosas y misteriosas que explicaban en la tele y que resplandecían en el cielo. Pero me cachis, para entonces cuando le decía a mis padres que quería ir a ver esas luces lo único que hacían era reirse y decirme: "Silvia, están muy lejos, tan lejos que no se puede ir". Pero nunca me conformé con esa respuesta, así que gruñía y gruñía por no poder ir.
Años más tarde se empezaron a acortar esas distancias tan lejanas de las que hablaban mis padres. Ahora París para mí está a la vuelta de la esquina y el Polo Norte sólo unos pasos más arriba. Años más tarde también ya descubrí el nombre de tan estraño fenómeno que desde aquella tarde del bocadillo y el zumo de naranja cautivaron toda mi atención: auroras boreales. Durante años las he tenido en mente y me he continuado quedando embobada cada vez que he visto un documental sobre ellas. Hoy en día aún no acabo de entender completamente lo que provoca que determinadas noches del año aparezcan en los cielos de las latitudes más elevadas de nuestro planeta. Pero eso es lo de menos, lo que importa es que dentro de unas horas volaré, con las ganas y la ilusión de esa niña de los pelos lilas y del gorrito con alas que tenéis en la esquina superior de mi blog, para intentar atrapar con mis manos un nuevo sueño, esta vez un sueño de infancia. Así que cruzo los dedos y a la vuelta os cuento si tuve la suerte de ver cumplido este sueño...y sinó lo consigo, tranquilos...me queda aún mucho polo norte por visitar y algún día u otro las atraparé.
Ains sí, caminar entre pingüinos en su hábitat natural, visitar la ciudad más austral del mundo, pisar con mis chirucas volcanes activos y humeantes de Islandia, caminar sobre glaciares, llegar casi a rozar las ballenas...sueños de niña, sueños de adolescente que siendo ya mujer no dudé en luchar por hacerlos realidad....y ojalá pueda sumar a esta lista las queridas auroras...

Este sueño, si consigo este nuevo logro, te lo brindo a ti, abuelo, mi avi, porque desde que te fuiste hecho de menos el ir a buscar piñones contigo a la salida del cole, porque hecho de menos tus regañinas, porque tú ya veías que iba a ser toda una "bichilla", que iba a ser como esa niña de los pelos lilas y del gorrito con alas. Y quizás, mañana...vea aquellas luces, de aquella tarde...
Sí, aunque a veces quiera creer que no, lo admito, me encanta soñar, pero lo que más me gusta es hacer esos sueños realidad, aunque tarde 25 años en lograrlos. Algo bueno tiene que tener el ser tozuda y perseverante, no? que como también decía mi abuelo: "niña, cuando se te mete algo entre ceja y ceja..."
Os veo a la vuelta.