La vida te impulsa a tirar hacia delante muchas veces sin mirar atrás, sin pensar en el mañana y sin estar en el presente. Fluir le llaman algunos. Pero cuando soy consciente de ello, que la vorágine diaria me vuelve a llevar corriente abajo de forma descontrolada, me paro, respiro y me pongo a reflexionar.
A veces es que no queremos ver lo que nos está sucediendo. Otras que nos pasa por alto.
Y es ese bajar de nuevo, de forma consciente, a la realidad, que me hace volver al equilibrio y volver a poner a las cosas, y a las personas, en su lugar.
Pero una reflexión sin acción queda en saco roto, se tira al vacío. Y es ahí donde llega el trabajo más duro la mayoría de veces: decidir entre lo que te dicta la razón o el corazón.
Pero siempre llego al mismo final de camino, una mezcla de ambas cosas, razón y corazón, junto con esa pizca de intuición, que pocas veces suele fallarme.
También os diré que la razón muchas veces va mermando mi corazón. Pero creo que también eso es necesario, porque sinó habría personas que te acabarían pisoteando en nombre del amor.
Soy crítica con los demás, pero también lo soy, y mucho conmigo misma. Y no exijo a los demás ni más ni menos de lo que me exijo a mí misma.
Las palabras muchas veces vienen cargadas de concepciones erróneas o interpretacions inadecuadas, que dan lugar a malentendidos y a criticarnos destructivamente. Y es cosa de cada uno de nosotros, llegar a entendernos.
Pero a veces ese dibujo que nos hacemos de la otra persona, junto con esa mezcla de emociones y sentimientos, nos nublan la vista y nos la desvían hacia el "lado oscuro", aquel destructivo y autodestructivo, en el que sólo haces una lectura negativa de lo que es y te dice la otra persona.
Continúo creyendo en que el diálogo es la mejor arma para crear, para construir, para avanzar...porque para destruir y retroceder no me busquéis, hace tiempo que no me interesa.
Mi vaso de agua es muy grande, pero también llegar a colmarse.
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