Hemos pasado de ir casa por casa en busca de amigos para salir al parque a quedar en la consola.
Hemos pasado de tratar nuestra intimidad como algo intocable a tratarla como algo vendible, algo a exponer y a consumir a través de las redes sociales. Todo ha pasado a ser "consumible", a ser producto.
Hoy manda más el personaje que eres que no lo que haces, lo que inventas o lo que escribes. ¿Os habéis parado a fijar que es lo que verdaderamente tiene éxito hoy en día entra la población general? No, no son párrafos de grandes escritores o descubrimientos de la ciencia, sinó unos mojones de mierda absoluta a través de unos personajes que llevan años haciéndose publicidad exponiendo su intimidad.
Hoy en día es más importante que te vean leer que no que leas. Mostrarte en posición sexy leyendo uno de esos libros supercomplicados para hacer ver que eres super inteligente. Y así con todo.
La vida se ha convertido en publicidad y en producto de venta al público. Nuestra vida se está conviritiendo en un conjunto de spots y no en una suma de experiencias vividas a base de chirucas.
Siempre han existido los gurús, però los gurús de hoy en día no son personajes con nombres indios, sinó influencers. Y si ese influencer hace o compra eso, allá voy yo también. No os equivoquéis, la nueva espiritualidad no es irse un fin de semana de colonias a poner incienso y meditar en flor de loto. La nueva espiritualidad se está convirtiendo en seguir a esos personajes que la mayoría de veces ni saben de lo que hablan ni lo que venden.
¿No os ha pasado alguna vez estar conversando con alguien y acabar pensando "esta persona no me está explicando nada, simplemente me está intentando convencer que todo le va bien"?. Convencer. Lo único que está haciendo esta persona es crearse un relato sobre su propia memoria para convencerte y... autoconvencerse. La memoria elige lo que le da la gana, pero ante la opinión pública elegimos conscientemente y con intención.
Y si quieres ser alguien tienes que jugar a ese juego.
Y si quieres tener amigos, tienes que hacerles la pelota, decirles sí a todo y aclamar sus virtudes en todo momento. Darles sólo likes.
Y criticar algun hecho, por muy cierto que sea, se ha convertido en algo minoritario, no sea que vean que vas en contra y...qué dirán, qué pensarán, qué me pasará...
Y así van subiendo las nuevas generaciones. En manada siguiendo a los nuevos gurús y con el móbil repleto de contactos "vacíos" y de casas faltas de verdaderos amigos.
Y para más inri, para aguantar vivir en esta sociedad "moderna", que entre todos hemos creado y aceptado, muchos tienen que vivir a base de pastillas para los nervios, alcohol o drogas. Observémonos. La mayoría estamos sonados. Y los que todavía no lo estamos corremos el grave riesgo de acabar así también.
Es un circo. Y yo, y tú, vivimos también en éL y formamos parte de él.
Será que ya llevo unas décadas viviendo en este planeta, o que también soy una de esas sonadas que sigue chapada a la antigua, pero todavía desconozco la lista top ten de los influencer de hoy en día y no tengo en el móvil ni un solo contacto que no conozca en persona (bueno, tenía uno). Y si me pongo al día de todo ello no es más que para conocer el terreno que están pisando o pisarán mis hijos e intentar enseñarles que hay vida más allá de You Tube y las redes sociales.
Y no, no os confundáis, también consumo redes sociales y demás. Pero es que el culpable no es el "arma" sinó el cómo la usas. Todo tiene una parte positiva, y, por supuesto, las redes sociales también la tienen. Ya hace tiempo escribí de ello y no voy a repetirme.
Pero me reconforta ver que todavía existen cuatro matados que leen más allá de esos libros mediáticos o que miraran más allá de unos segundos de tik tok. Son esos cuatro matados los que quiero que formen parte de mi vida.
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