Lo tengo claro. Lo sé de hace tiempo. No hay mejor defensa que un buen ataque. Por eso los que son más débiles, los que son más inseguros, se pasan el día atacando.
Lo difícil no es insultar o humillar a los demás. Lo difícil es tener las agallas para reconocer sin tapujos tus debilidades y afrontarlas. Y cuando no somos capaces de hacerlo, nos consolamos echando mierda al primero que nos encontramos, o mejor aún, a aquel que más envidia nos da. Hundiendo al otro más abajo del pozo de lo que nosotros estamos, nos reconforta.
Pero ¡qué equivocados! Actuar así, te hará sentir mejor, pero NO serás el mejor y, no con ello solucionarás tus problemas ni tus debilidades. Sumarás víctimas, pero te pasarán los años y seguirás siendo un triste desgraciado que has vivido una vida llena de enemistades, vacía de la verdadera felicidad y decorada con el sufrimiento de los que no se atrevieron a plantarte cara. Una vida vivida no a base de buscar tu propia felicidad sino de acabar con la de los demás. Qué desperdicio de vida, de tu vida, y desgraciado tú y los que se dejaron ser tus víctimas.
Los fuertes no somos los que levantamos cien kilos en el gimnasio o humillamos a los demás, sino los que somos capaces de vivir nuestra vida sin necesidad de meternos en la de los demás. Los fuertes somos los que somos capaces de ser felices aun siendo conocedores de nuestros propios pros y contras, y de nuestras limitaciones. Los fuertes somos los que no necesitamos atacar, pero que si llega el momento de defenderse, lo haremos con uñas y dientes.
Preocupémonos cada uno de la nuestro. Vivamos cada uno nuestra vida. Y si alguna vez nos entrometemos en la vida de los demás, que sea para ayudar o, decir una palabra bonita.
Gaia eres fuerte, tu piel resbala el agua de las turbias tempestades y se empapa sólo de la fragancia de los girasoles.
Peace & Love queridos Verdecillos. Y guerra a los desaprensivos.