Imaginaos un día de hace 45 años. Las pertenencias de toda una vida metidas en una maleta de tela y el alma encojida llena de esperanza.
Imaginaos llegar con las manos totalmente vacías a un territorio desconocido, sin ni tan siquiera un techo bajo el que cobijarse. Buscar entre los basureros de la ciudad alguna chapa o madera para levantar cuatro paredes donde refugiar a toda la familia. Cientos de barracas, barro, ratas y insalubridad como compañeros de barrio. Trabajar por cuatro pesetas para poder llevarse algo a la boca. Cada día un nuevo día de supervivencia. Y así durante años, luchando y luchando por dar un futuro mejor a los tuyos. Luchando por la desigualdad y plantando cara a las injusticias.
Gota a gota de sudor ese barrio de barracas poco a poco se va convirtiendo en un barrio caótico de bloques de pisos y casas de pocos metros, la mayoría construídos a mano por las propias familias. Un barrio visto como gueto para los demás y sentido como pueblo por los que vivimos.
Imaginaos, en ese barrio, a una niña. Una niña críada en un bar de la zona de peor reputación de las afueras de la ciudad, viendo como los hombres se emborrachaban en la barra mientras su víuda abuela no paraba de llenarles y llenarles los vasos de vino. Sus amigas: las putas de la calle, algunos niños del colegio y la joven de la peluquería de delante del bar que por las tardes le cepillaba el pelo. Una niña a la que nunca le importó tener sólo dos o tres pantalones y un par de camisas porque a pesar de todo era feliz cazando gatos en al arroyo, callejeando con los amigos o jugando a canicas en el patio de la escuela. Era feliz disfrazándose de sevillana, cogiendo las castañuelas y bailando delante de los espejos el "niña porque lloras" de los Chicos o "a bailar sevillanas" de los Cantores de Hispalis mientras sus padres se dejaban la piel en sus trabajos. Algunos de sus grandes momentos de felicidad era cuando su abuela accedía a hacerle un corte de helado con galletas de la máquina del bar o cuando iba por la tarde con la banda de mayorettes del barrio a ensayar, siempre remenando a escondidas los instrumentos de música de los mayores y enfadándose porque por mucho que soplaba nunca conseguía sacar ni una triste nota de las trompetas.
De tanto en tanto se portaba mal, robando con los amigos en las tiendas, sobretodo en la papelería de Maruja donde tenían esa goma de borrar de nata Pelikan que tanto le gustaba. Son esos pecados que enseña la calle, el barrio.
Pero esa niña, a través de las enseñanzas de sus profesores de colegio empieza a darse cuenta que hay algo más detrás de la muralla invisible del barrio. Esa niña empieza a inquietarse al ver que hay tantas y tantas cosas ahí fuera y siente la necesidad de saltar las barreras que otros por ella contruyeron. Y así es como con sólo 8 años, por primera vez, se escapa una tarde de casa para subirse en un autobús, traspasar la frontera y visitar la gran ciudad. Se queda perpleja con lo que allí encuentra. Tiendas con aparadores de ropa carísima y fina, niños y niñas, hombres y mujeres hablando un idioma para entonces estraño para ella: el catalán. Un gran bullicio en los callejones, edificios mucho más altos que los de su barrio, estudiantes con sus libros en los bancos de los parques... cuántas cosas nuevas!
Esa niña quiere probar de ese mundo que esa tarde de autobús le descubrió. Esa niña quiere poder llegar a ser como toda esa gente. Y continuan sus escapadas. Y en una de esas escapadas, en una de esas tardes, picó a la puerta de una escuela de mecanografía para matricularse. No llegaba a ver ni por encima del mostrador de la recepción, pero con un temple y una madurez impropia de la edad dijo a aquella señorita que quería aprender a escribir a máquina. La joven se medio rió y le contestó que no sabía si podría pues aún tenía las manos muy chicas y no llegaban a las teclas. Le preguntó por el teléfono de sus padres y les llamó. Sus padres se quedaron perplejos, primero porque no sabían de las escapadas de su hija a la gran ciudad y después por haber llegado con sólo 8 años a esa academia y pedir para matricularse. Para unos padres que no tuvieron la oportunidad de estudiar todo lo que hubiesen querido, la emoción que una hija hiciera semejanta hazaña y que tuviera esas ganas de aprender y de buscar un futuro mejor pudo con el enfado de las escapadas y dieron permiso para que la matricularan. Esa niña fue la más joven de la academia e incluso tenían que ponerle un cojín en la silla para llegar a la máquina. Estuvo meses en esa academia, yendo día tras día después del colegio y con sólo 9 años fue quién obtuvo el récord de pulsaciones de la academia: 420. Y ese primer diploma, ese primer título que consiguió fue el inicio de muchas cosas.
Hoy esa niña echa mujer aún no ha conseguido sacar una nota de las trompetas, pero aún es capaz de hacer más de 400 pulsaciones por minuto y sigue tomando día a día el pulso a la vida, feliz por lo que es, agradecida con los que hicieron posible que hoy sea la mujer que es y orgullosa de donde viene. Una mujer enamorada y defensora de esa tierra que recibió a sus abuelos y padres: Catalunya, y que aprendió ese idioma que tan raro le sonó hace años en aquella tarde en la gran ciudad: el catalán. Una mujer que no pierde las ganas por saltar y saltar nuevas barreras. Una mujer ambientóloga, independiente, que no quiere perder nunca el espíritu de lucha, las ganas de comerse el mundo y de seguir estudiando y aprendiendo. Una mujer que disfruta perdiéndose andando o en bici por el bosque, relajándose en su rincón de las gaviotas o tomando una paella los jueves con los compañeros de trabajo. Una mujer cabezota y siempre llena de ilusiones . Una mujer que valora y agradece cada migaja que nos brinda la vida. Una mujer que no mira el pasado como un lamento sinó como un gran maestro. Una mujer, ante todo, respetuosa.
Y ahora, esa mujer, con la perspectiva que le atorga la experiencia y los años, no entiende como los que un día buscaron un futuro en una tierra aliena ahora intenten poner a los nuevos immigrantes las mismas barreras que a nosotros nos pusieron. La historia se repite. Y se irá repitiendo hasta que aprendamos. Cuándo nos daremos cuenta que no se llega a ningún lugar con el ojo por ojo? A caso, no buscan ellos lo mismo que buscábamos nosotros? a caso no merecen también una oportunidad? no me vale la hipocresía y el odio para hacer de este mundo, de mi ciudad, de mi barrio, un sitio mejor. La integración no se construye a base de insultos sinó de oportunidades. En un mundo tan globalizado como el que tenemos es imposible mantener eternas barreras y hace falta nuevas soluciones.
Soy consciente que a mucha gente no le gustará lo que digo, incluso a mucha gente del mismo barrio que me vio crecer. Pero es mi punto de vista y en lo que creo. Y sigo creyendo que lo más importante para hacer de este mundo un mejor hogar es el saber perdonar, dar oportunidades y la Educación. Esa misma Educación que hizo que un día, hace 24 años, esa niña cogiera aquel autobús...
A mi barrio
Creo en que la integración es posible, sin destruir ni la cultura que nos acoge ni olvidar las raíces
Agradecida de mis orígenes, porque el venir de donde vengo me ha hecho ser lo que ahora soy
Me gustaría poder dar las mismas oportunidades que a mi me dieron
Agradecida de mis orígenes, porque el venir de donde vengo me ha hecho ser lo que ahora soy
Me gustaría poder dar las mismas oportunidades que a mi me dieron
Desde otro barrio,plas,plas,plas,plas.
ResponderEliminarSaludos.
Flipante.
ResponderEliminarSin floriduras: eres cojonuda;)
Por cierto, algo que no te he dicho nunca, pero me gusta "rivalizar" contigo en cuanto a velocidad de escritura y rapidez mental, jiji;)
Severino, un saludo de barrio a barrio ;)
ResponderEliminarRey, así que te gusta rivalizar conmigo, eh? eso es porque no hay manera que me atrapes y eso te pone histérico jajaja
Podríamos hablar sobre el tema de la inmigración horas y horas, pero permíteme hacer una frase lapidaria a modo de resumen, seguro que coincidimos en su esencia :
ResponderEliminar" Es de una talla ética tan miserable que el ser humano ponga trabas de desarrollo a otro ser humano, de negarle a otro lo mismo que tengo yo".
Un beso de admiración, cada día me alegra saber más de personas con el mismo punto de vista, Who.
Jajajaja, pues a ver si echamos una carrera un día;)
ResponderEliminarY un partido de fútbol...
Y un sprint en bici...
Vale, a nadar me ganas; yo es que soy de Aire, jajaja:P
Nuuu a nadar nuuu, que yo tampoco soy animal de agua jajaja. Y ves entrenando, que cuando tenga los dedos curaos te reto a una carrera mecanográfica. Serás el siguiente perdedor muajajajaja muajajaja
ResponderEliminarEn cuanto al partido de fútbol y la bici, bah, chupao (Gaia pone pose de conejito orgulloso). Ej que sólo hay que ver el fondo que tienes para darme cuenta que te gano en un plis plas aguarrás :P
Por cierto Who, sí, totalmente de acuerdo en esa esencia.
ResponderEliminarBello, infinitamente bello este post. Emocionante! Felicitaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarSuscribo todo lo que dices...me gusta sonreir y hablar con las personas de mi barrio, que son de otra nacionalidad. Tratarles de tú a tú...son merecedores de mi cariño, como seres humanos que tienen dignidad.
ResponderEliminarTodos somos merecedores de tener nuevas oportunidades.
Me ha gustado mucho tu post
Alma, emocionante como la vida misma. Un abrazo también para ti.
ResponderEliminarMaripaz, sí, todos somos merecedores de nuevas oportunidades vengamos de donde vengamos, otra cosa es que la gente las quiera aprovechar o no, pero al menos deben tenerlas.Y por supuesto debemos mirarnos todos a los ojos, de tú a tú y nunca por encima del hombro. Te contaré una anécdota que tuve precisamente hace unos días en el tren. Una mujer muy bien vestidita y fina que subió en la misma parada que yo me siguió y me dijo que si podía sentarse en el asiento de al lado mío porque en el tren hay mucha gente "rara". Rara? pensé "tú sí que eres rara". Por supuesto se refería a los immigrantes. Esta mujer no los miraba de tú a tú, sinó con miedo y por supuesto, con superbia. Un saludo.