Dejamos de ser niños...
...cuando dejamos de ir al parque a columpiarnos.
Cuando dejamos de tener ganas de aprender.
Cuando nos inquieta el qué pasará mañana.
Cuando dejamos de repartir besos y abrazos sin importar a quién, cómo o por qué.
Cuando nos volvemos diplomáticos.
Cuando dejamos de decir lo que pensamos.
Cuando dejamos de reir y de amar con el corazón.
Cuando dejamos de preguntar sin miedo al qué dirán o pensarán.
Cuando dejamos de dar importancia a las cosas pequeñas.
Cuando dejamos de pisar charcos...
Depende de cada uno de nosotros el dejar o no de ser niños. Hacerlo de
forma rápida o lenta dependerá de las circunstancias de tu vida. Que
tenemos que crecer, es ley de vida, y el crecer implica madurar, hacer
lo que siempre creas mejor después
de haberlo pensado mucho (demasiado para mi gusto) y no dejarte llevar
por los
impulsos. Pero es nuestra decisión mantener viva durante nuestro
crecimiento esa pequeña llama que nos hará aprovechar mejor el tiempo y
hará tomarnos las cosas con más optimismo y "sinvergüencería".
Nunca abandonemos
esa chispa que nos acompañó en nuestra infancia, que hace que todo sea
posible y que afronta la vida con senzillez, total naturalidad y un sentido
común aplastante.
Por muy dura que sea nuestra vida reservemos siempre un pedacito de nosotros y un rato de nuestro tiempo para ser y sentirnos niños.
Que nadie, que nadie, te quite la capacidad de disfrutar de las cosas
pequeñas, porque con los años verás que son las más grandes.
Está lloviendo, ¿me acompañas a pisar charcos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario