¿Por qué hay cosas tan jodidamente bellas en este mundo? y, ¿por qué parece que estamos empeñados o a destruirlas o a hacerlas pasar desapercibidas?
Hoy es uno de esos días primaverales de invierno, en la que una, aprovechando esos minutos de tranquilidad, busca estirada sobre el césped ese remanso de paz que siempre nos regala esa energía tan necesaria para continuar el día y esa claridad para intentar acabarlo lo máximo de bien posible.
De repente la visita de un "pit-roig" (pecho rojo creo que se dice en castellano) que valiente se aposenta cerca de mi para hacerme compañía...
Ese Sol de invierno, ese tacto del césped sobre tu cuerpo y la visita indiscreta de esa hermosura de pájaro hace de estos minutos, no unos simples minutos de descanso, sinó unos minutos de paraíso. No hace falta ni un spa, ni una sesión de masaje (aunque no negaré que me encantan), ni irse a una isla de esas afrodisíacas (¿o se llaman exóticas? siempre me confundo...), porque cualquier esquina de nuestra vida puede convertirse en ese pedacito de Cielo.
Sí, hay cosas jodidamente bellas en este mundo, y no, ni las voy a destruir ni voy a dejarlas pasar desapercibidas... cosas tan bellas como el susurro de un pájaro...
Qué tengáis una paradisíaca semana, querid@ Verdecill@s. O cómo mínimo, un pedacito de Cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario