No soy de las que esperan que toquen las 12 para hacer rituales, ni de las que me marco propósitos por qué toca, porque es Fin de año. Es más, no soy ni capaz de comerme los 12 racimos. Zoco de las que se cortan cada uva en cuatro pedazos, pelados antes, está claro, y aun así, incapaz de tragármelos antes de que acaben de tocar las 12.
Me miro al espejo y miro a una mujer que ha cumplido uno de sus más grandes deseos, ser madre, una mujer que se dedica a una de sus pasiones, una mujer que, a pesar de las desavenencias, siempre mira el futuro con ilusión... pero también con miedo. Y pienso en todo aquello que le diría. Que sea todavía más valiente, que no olvide disfrutar del día a día, que "las lágrimas no te tapen las estrellas", y en tenso dos de maravillosas. Que no olvide que la vida es para bailar, por risa y por aquello que a veces no sabes, estimar.
Desgraciadamente, este año no siempre he reído, he llorado mucho, casi siempre sola. En silencio. He puesto buena cara allá dónde por dentro me rompía. Incluso he antepuesto los otros a mí misma, aunque esto me causara un agujero negro por dentro. He aprendido a convivir y adaptarme en nuevas desfallecidas de salud que por siempre jamás me acompañarán. He luchado donde quizás tendría que haber llorado y he llorado donde a veces tendría que haber luchado.
Pero no me falta nunca el deseo de encontrar una sonrisa en todo, incluso en los malos momentos. Son uno de los mejores jarabes contra las lágrimas, mi vitamina para recuperar fuerzas y salir adelante. Y hoy me ha apetecido buscar esta sonrisa jugando un poco con la *IA, buscando aquellas imágenes que me representan por Fin de año.
Acaba un año más, y veo como las redes se llenan de buenos deseos. Así que por qué no?
Si hoy os tengo que desear alguna cosa, os deseo que tengáis siempre una sonrisa espererándoos a ser encontrada.
.
.