Perder a alguien forma parte de la vida. Es una parte de la vida que no es de nuestro agrado cuando aquel que se marcha es alguien querido.
Pero con el tiempo aprendes que en esta vida, lo que verdaderamente importa no es si ganas o si pierdes, si conoces o te despides, sinó la capacidad para aceptar los cambios. Pero ¡jopainas!, qué difícil es. Cómo cuesta aceptar ciertas cosas, sobretodo a cabezotas como yo, que nos cuesta tirar la toalla. Sí, lo sé, a veces una buena retirada es una batalla ganada. A veces tirar la toalla es ganar. Pero no es fácil para personas como yo, a quienes la tozudería les ha hecho más bien que mal. A quienes la tozudería les ha hecho conseguir muchas cosas, sueños, objetivos... Cuesta decir basta, cuesta decir ¡para ya Gaia!
Pero con el tiempo vas volviéndote más calmada, más sosegada, y acabas consiguiendo aceptar que a veces la vida no nos dará los regalos que esperábamos, pero es que el verdadero regalo, a fin de cuentas, es la vida.
Y así aprendes a desdramatizar todo. A quitarle peso a las cosas, porque aquello que te llena es la propia vida, el poder despertarte hoy y poder seguir caminando, con sus pros y con sus contras, pero con esos suspiros de anhelos, con esas ilusiones y esos entrañables y queridos seres que todavía tienes a tu lado y que harán de tus pasos unos pasos más ligeros y alegres.
Pase lo que pase, la vida sigue.
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