Porque nos educan buscando la utilidad de las cosas y estamos más acostumbrados, y nos es más fácil, asociar las cosas que tocamos a un provecho; y la amistad, una canción o el contemplar un paisaje no lo podemos tocar con las manos.
Además, vivimos en una sociedad consumista y cada vez más superficial, donde nos maravillamos por lo que se toca o por lo que se mide con dinero, dejando anulado todo aquello intangible, todo aquello que el Principito ya nos decía que era lo esencial, y qué además, es lo que permite a la humanidad ser más humana. Pero nos gusta taparnos los ojos, hacer oídos sordos y seguir a piñón fijo sin plantearnos nada.
¿Y qué se nos ocurre hacer para dar valor a todo lo intangible? ¿Cambiar la manera de actuar, de vivir las cosas? No. Se nos ocurre aplicar, replicar, el mismo patrón de actuación: intentar también poseerlas, como si fueran una casa, un coche o la última adquisición de pantalones. Intentamos que las personas, la relaciones y todo aquello que queremos, que amamos, nos pertenezca, como nos puede pertenecer una casa o un coche. Pero lo intangible no funciona así, y el resultado está a la vista en todo ese tipo de relaciones.
Y así, llegamos al punto de ver a mucha gente con mucho dinero, o con smarthphones, patinetes eléctricos, y con todas las novedades del mercado, que aun así siguen siendo infelices. ¿Por qué? Porque no ven que lo importante no es el poseer una cosa sino el aprender a disfrutarla. Aprender a disfrutar de la parte intangible de cada cosa, de cada persona.
El consumismo nos lleva a comprar más, a tener más, pero como podéis ver a vuestro alrededor, una vez ya tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas, tener más de todo ya no nos aporta más felicidad. En seguida nos cansamos de las cosas, porque compramos y compramos, más y más cosas, sin haber aprendido a disfrutarlas, ni les dedicamos el tiempo necesario. Y allá vamos, en busca de la felicidad a través de más y más posesiones.
Sólo aprendiendo a disfrutar de las cosas, consigues ser feliz con lo que tienes sin tener que desear constantemente más. Pero ello requiere también de un aprendizaje. Ello requiere cambiar la perspectiva.
Yo, me quedo con el brillo de tu mirada, la melodía de tu voz, el sonido de las carcajadas, las noches de verano contemplando las estrellas des de lo alto de la montaña, el murmuro del mar, el frescor del río en tus pies, la imaginación que surge de una buena lectura o la sobremesa de un agradable encuentro con los amigos.
Se es más feliz cuidando relaciones que te suman, que comprando coches o acumulando dinero.
🌻 Gaia, en continuo aprendizaje 🌻
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