¿Sentís su murmullo?
Aquel que cada noche os visita,
entre sábanas y cuentos de hadas.
Aquel que te desprende de la almohada
para alzar el vuelo,
a horcajadas de la imaginación,
y llevando como único copiloto,
tu tierno y a veces maltrecho corazón.
Son ellos.
Los sueños.
Y diriges la mirada hacía el cielo,
en una noche estrellada,
de esas en las que el cielo cayó un par de metros,
para poder acariciarlo,
con el borde de tu alma.
Y miras más allá,
más allá de las estrellas.
Te parece que allí arriba todo debe ser más senzillo,
sólo polvo y materia.
Te imaginas una puerta
directa hacia allí,
atravesando satélites, planetas y gusanos,
hasta llegar dónde se esconden, arropados, todos tus sueños,
esperando,
quietecitos,
a ser encontrados.
Pero de un zasquido tu corazón despierta.
Bajas de un salto de la escalera,
Y al abrir de nuevo los ojos,
tu mirada te recuerda
que sigues aquí,
dónde el tiempo va barriendo tus sueños,
sin astros, constelaciones ni estrellas.
Aquí,
dónde el tiempo,
sin compasión,
barre tu vida, tus años y los deshechos de tu corazón.
Nunca me pidas la Luna
porque nadie la puede bajar.
Aquí los sueños no se buscan
ni se encuentran,
ni surgen de la nada
entre polvitos de hada.
Aquí,
los sueños
se piensan, se siembran y se trabajan.
Pero qué bonito es subir a ratos,
más allá de dónde toca la punta
de los dedos de tus manos.
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