Cada vez que voy al Sur me pregunto por qué todavía no he podido conocerte,
por qué todavía ningún abrazo,
o chocolatito en una terraza.
Cada vez que voy al Sur te pienso, te siento y me da coraje no poder salir corriendo a buscarte para satisfacer esas enormes ganas que tengo de darte un susto apareciendo por detrás tuya en una de esas calles. No dudes que apareceré de sopetón, me gusta provocar taquicardias a la gente jaja.
Cada vez que voy al Sur miro hacia dónde debe estar tu ciudad preguntándome por qué todavía no he podido mirar directamente a los ojos a alguien a quien quiero y aprecio tanto.
Me parece todo tan absurdo. ¡¿Por qué contigo tiene que ser diferente?!
Siempre esa dichosa coincidencia de estar desconectados o de no ser nunca el momento apropiado para poder programar un encuentro. O puede que de eso se trate. Que nuestro encuentro, si algún día lo hay, nunca será programado, sinó fortuito. A saber...
Algo tan fácil de hacer con otras personas y tan difícil entre nosotros, ¡jopainas!
Que no tiene que ser perfecto, simplemente serlo y ya está.
Que no voy a pedir nada.
Que no voy, si quieres, ni a decir nada (bueno, ya sabes que permanecer callada no es lo mío...igual eso no lo cumplo).
Sólo conocer a alguien igual que he hecho con otras personas a la largo de mi vida.
Cada vez que vuelvo del Sur me pregunto, qué coño pasa. Pero te pienso, te siento y sólo deseo que ojalá todo te vaya cada día mucho mejor que el anterior.
No, no escribo esto para lamentarme. Hace tiempo que no me anclo en el pasado o en lo que no fue o debería haber sido. Simplemente lo escribo para recordar en un futuro esta trágicomedia romántica esperpéntica, pero maravillosa, que me tocó vivir contigo. Y ahora, simplemente, lo vivo como fluye... tal cuál.
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