3 de febrero de 2023

Inmediatez

 


Voy a compartir algo que nadie con dos dedos de frente y un par de ojos puede negar. Y os lo voy a contar con pocas palabras, sin floriduras.

Pasamos de hacer pucheros a fuego durante horas a hacer caldo en una olla exprés, comprarlo ya hecho en el supermercado o dejando que nos lo haga una maquinita.

Y aquí estamos, con niños de infantil totalmente desmotivados en aprender a hablar, leer y escribir porque aprender estas cosas requiere de un proceso lento.

Niños incapaces de mantener la atención en clase ni un mísero minuto, escuchando a su profesora. Y los adultos en vez de escucharlos y estar por ellos, lo que hacemos es ir etiquetando este comportamiento con decenas de siglas y patologías de moda para negarnos una cosa: que los niños no están enfermos, lo estamos los adultos y la culpa del comportamiento actual de esos niños es nuestra, no de ninguna enfermedad. Ojo, que no estoy negando que haya ciertas patologías, que toda la vida han existido, eh?

Hoy en día encontramos grandes problemas de aprendizaje básico en niños de 3 a 6 años. Y no en uno, dos o tres niños, si no en muchos niños. Niños sin saber hablar, sin saber entender, sin saber escribir, sin saber apenas leer. Y esto se está generalizando y extendiendo como una gota de aceite a una velocidad vertiginosa, ¡ha dado un paso agigantado en sólo 5 años!.

No, no es sólo culpa de la Covid y el confinamiento. Es culpa de todos nosotros y de la inercia que llevamos.

Antes los niños nacían con un pan debajo del brazo. Ahora con tecnología, tablets, móviles, y demás andróminas que ponemos en sus manos de forma irresponsable.

Yo, o tú, que hemos vivido la vida analógica y ahora la digital, podemos comparar el antes y el después. Pero ellos, niños de esas edades, ya han nacido en plena era digital y no conocen nada más. Es su normalidad. Para ti y para mí, una triste realidad, para ellos una normalidad. Y también es la normalidad para la mayoría de padres y madres jóvenes que también ya nacieron en esta era digital.

Estos niños han nacido y están creciendo pasando las tardes con la familia en el comedor, viendo ellos la tele mientras sus padres y hermanos mayores pierden la vista en sus móviles. Están creciendo comiendo mientras ven la tele o delante de pantallitas en vez de aprovechar las comidas para HABLAR de cómo ha ido el día. Ha desaparecido ese momento de las comidas en familia, en las que los niños explican su día y los mayores les escuchan. Momentos muy importantes para que puedan desarrollar su expresión oral, su atención y posteriormente su lectura y escritura.

Estos niños están creciendo sin apenas juguetes o juegos de mesa, sí de esos que nos hacían las tardes de lluvia tan felices a todos alrededor de la mesa de la cocina. Doy pocos años de vida a las empresas de juguetes. ¿A cuántos niños de hoy en día de 10 años encontráis que pidan Legos, coches o muñecas a los Reyes Magos?

Y, ¿he dicho tele? para los de más edad, como yo, entendíamos el ver la tele, en sentarnos a ver una película o dibujos animados, tragándonos las propagandas. Ahora ver tele es ver a cuatro pelacañas en el You Tube, en vídeos de no más de 5 minutos y sin propagandas. ¿Habéis notado cómo los niños de hoy en día se ponen histéricos cuando empiezan las propagandas? Lo quieren todo rápido y sin interrupciones.

Y esa inmediatez del You Tube, de los móviles, de internet... se les ha traspasado en su día a día, en su manera de hacer en los colegios, familia, relaciones sociales y resto de actividades. 

No saben hablar ni escuchar, porque no les dejamos hablar y no les escuchamos. No aprenden a discernir, a sacar sus propias conclusiones porque no tienen paciencia para escuchar y pensar.

Inmediatez, sedentarismo, incultura, déficit en la expresión oral y escrita, falta de criterio propio... y un largo etcétera, pero, tranquilos, no os preocupéis, todo esto lo solucionará el ChatGpt.

Y llegados a este punto, ¿qué nos queda a madres como yo, sintiéndose cada vez más en minoría, cansadas, agotadas, de cada día, hora a hora, minuto a minuto, tener que nadar a contracorriente?. Tengo la sensación que en algún momento seré también devorada por la boca de este gran tiburón. Tiro la toalla y al menos vivo más tranquila, o ¿sigo la lucha y me niego a que al menos, mis hijos, tomen esta inercia? De momento me niego a lo segundo, pero os lo aseguro, es muy, muy agotador y triste. Pero me niego a no luchar por un futuro donde la tecnología y la  humanidad sean compatibles.





 

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