Sin los tropiezos y las caídas seguramente no sería hoy en día la mujer que soy.
Observar mis cicatrices me hace recordar lo fuerte que fui y lo que he ido creciendo.
Toda la vida me ha encantado romper moldes y estereotipos, no por chulería, ni por llamar la atención o querer ser más que los demás, si no porque simplemente no me sentía cómoda en ellos.
Y no pasa nada por romper moldes.
No pasa nada por no dejar entrar a cualquiera en tu vida y ser mujer de muchos conocidos y pocos amigos.
No pasa nada si no caes bien a todo el mundo.
No pasa nada si disfrutas de un buen donut de chocolate y vas por la calle con los labios manchados de tan delicioso manjar.
No pasa nada si andas sola por la calle y la gente se te queda mirando mientras sonríes recordando a aquella persona o alguna anécdota pasada.
No pasa nada por ser políticamente incorrecta.
Lo que sí pasa, es la vida, mientras nos preocupamos por pamplinas y nos esforzamos en ser quienes no somos cuando la auténtica diversión de esta vida es ser tú mismo.
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