Sabes su nombre.
Has oído por ahí lo que ha hecho, pero no por lo que ha pasado.
Sabes dónde está, pero no de dónde viene ni hacía dónde le gustaría llegar.
No sabes que se esconde tras esa sonrisa.
Porque saber su nombre no significa conocerle.
Si quieres saber realmente de alguien, en vez de juzgar en la distancia, dale la mano y anda a su lado.
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