29 de diciembre de 2021

Tomando aire

 


Nuevamente me siento ante este ordenador con tantas cosas que decir que no sé ni por dónde empezar. No sé si os pasa que cuando la cabeza os va a cien cuesta ordenar los pensamientos y mucho más plasmarlos sobre tinta pantalla, sobretodo para alguien tan desordenada en la escritura como yo.

Estas últimas semanas han sido todo un torbellino, a nivel físico, personal, emocional y experiencial. Ha sido una montaña rusa con bajadas que te dejan sin aliento, subidas en las que vuelves a tomar aire y loopers que te hacen perder el enfoque de tu mirada. Pero también he tenido esos momentos tan importantes para reposar y que te permiten actuar y no reaccionar, y continuar centrada en esta senzilla pero caprichosamente incierta vida.

A punto de finalizar un año en el que he soltado pedazos de mi antigua vida, que todavía me acompañaban sin darme cuenta que, en algunos casos, ya no me pertenecían ni representaban.

A día de hoy, un año más, sigo preguntándome por qué no lloro, por qué no me salen a borbotones las lágrimas como al resto de mortales, permitiendo desfogarme a golpe de pañuelo en vez de a golpes contra el saco de boxeo. Poder vaciarme en llanto. Pero, en fin, he sido parida así o el mundo me ha moldeado así. Pero que no llore esas pérdidas no significa que no me importen. Algunas de ellas me han costado más de lo que en un principio pensaba, y otras mucho menos de lo que mi imaginaba.

Dejar pasar las estaciones a veces es tan bello como importante. Y en mi caso, no muero para renacer, me cabreo para renacer.

De la misma manera que he ido soltando pedazos de mi vida estoy volviendo a llenar la mochila de nuevas ilusiones, aventuras y proyectos. Algunos de ellos ya iniciados. Siento que necesito nuevamente expandirme, que soy como el aire, deseoso de invadir nuevos rincones. Quiero seguir aprendiendo. Quiero seguir pisando lugares nuevos, cercanos o lejanos. Darme tiempo nuevamente para explorar, descubrir, conocer y nutrirme de ello. Darme tiempo para aburrirme y para seguir conociendo gente, y enriqueciéndome de ella, de su saber. Compartir risas, tristezas, buenos y malos momentos, contagiarnos del calor, las risas y los abrazos, sí, esos abrazos que estos dos últimos años nos han querido prohibir. Quiero seguir andando el camino de mis sueños. El sudor del camino, sirve. Las caídas nos enseñan y hay caminos largos y cortos, anchos y estrechos, pero todos ellos tienen algo en común, se empiezan con un primer paso. 

Sigo paseando por la naturaleza, a solas. Y sigo comprobando que aún recorriendo cada día el mismo camino cada día el paseo es distinto. 

En estos últimos días del año solemos pararnos a pensar por unos instantes en lo acontecido estos últimos 365 días. A pensar en cuántas veces habrás querido hacer aquella llamada, o ir a ver a esa persona. No olvidéis que el tiempo te deja las ganas y se lleva los momentos. Y siempre es mucho peor arrepentirse de cosas que no hiciste que por las que has hecho. Lo segundo te deja un gusto agridulce, lo primero amargo. Así que aprendamos de ellos y dejemos las menos cosas posibles en el tintero durante el próximo año.

Este último año he aprendido que despertar no se trata ni de que se te encienda una vela en la coronilla ni de descubrir un multiuniverso paralelo. Despertar es algo mucho más fácil y senzillo. Despertar es recordar todo lo que ya sabes y tienes ahí adentro, pero que habías olvidado.Y en esta vida puedes despertar tantas veces como vuelvas a olvidar.

No quiero acabar este escrito sin antes agradecer a todo aquellos que durante este año han formado parte de mi vida, ya sea por un instante o por mucho rato, a corta, media o larga distancia. A todos, y cada uno de vosotros, porque de una manera u otra habéis formado parte de mi día a día y me habéis enriquecido.

Por hoy me despido de vosotr@s, físicamente hecha trizos por los virus, mentalmente llena de mocos y espiritualmente perdida, como siempre.

¡Un fuerte abrazo!



 

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