Cada día se nos plantea, contínuamente, en
nuestra vida, dos opciones: actuar o esperar. Y no siempre habrá una
única respuesta. En cada elección tenemos múltiples opciones, entre no
hacer nada y hacer a la desesperada. Y el tomar esta decisión puede angustiar, ¿dónde dibujar la línea?
Los hay que siempre actuan y juegan, y de entre ellos los que abandonan y se frustan, y los que lo que lo consiguieron con éxito.
Los hay que siempre se contentan con esperar y mirar. No actuar, no jugar, ya sea por falta de motivación, de necesidad o a lo mejor por falta de autoconfianza, en no creer que podemos conseguirlo.
Discernir entre actuar o esperar es todo un dilema, y esperar en momentos frenéticos o de emergencia, todo un reto, pues estamos hechos para reaccionar ante el peligro en vez de esperar y actuar con serenidad, lo cual seguramente sería más eficaz en la mayoría de ocasiones.
¿Dónde ponemos la línea entre actuar y esperar, entre jugar y no jugar?. La mayoría de nosotros ponemos esa líniea y discernimos esta cuestión siempre de forma automática. ¿Os imaginais tener que esperar, pensar y actuar en cada una de las cientos de decisiones que tenemos en nuestro día a día? ¡sería una locura! aunque sería obviamente lo recomendable, y seguramente lo más eficaz en el mayoría de ocasiones.
Los hay que ante la duda, prefieren esperar. Pero también los hay que no están dispuestos a esperar pasivamente y dejar que sean los demás los que tomen las decisiones, sobretodo en un mundo que hoy en día ni es justo, ni durable, ni sostenible para el planeta.
Dicen que la prudencia es de sabios, pero creo que una excesiva prudencia nos puede llevar al abismo, a la decadencia.
El éxito o fracaso de las decisiones del presente se conocerán en el futuro, pero para entonces ya habremos hecho. La pregunta es: ¿cuando repasemos des del futuro nuestro pasado querremos estar arrepentidos de lo que hicimos o de lo de dejamos de hacer?
Ni todo acontece cuando a ti te gustaría, ni todo lo que acontezca te gustará. Hay momentos para todo, pero no siempre van a estar ahí, esperándote eternamente. Las oportunidades pasan igual que pasan los trenes, estación tras estación.
Esperar a que las cosas acontezcan sólo te llevará a que pase el tiempo. Se pierde más tiempo esperando que actuando. Por eso siempre he creído que mejor hacer que dejar de hacer, como mínimo, no perderás tanto tiempo.
Qué fácil decir, que difícil hacer, ¿verdad?. Pero la vida al final siempre te acaba enseñando lo mismo, tu tiempo es limitado, así que no dejes para mañana lo que puedas hacer ya hoy.
Algunas no estamos dispuestas a esperar siempre pasivamente a que todo vuelva a ser cómo antes o a que las cosas cambien.
Rabindranath Tagore pedía al Señor "sabiduría para
discernir entre lo que podemos cambiar y lo que no, valentía para
hacerlo cuando es posible y serenidad para aceptar lo inmutable." Sabiduría, valentía y serenidad.