Qué fácil es perderse entre las prisas, entre las responsabilidades, entre el no parar. Responsabilidades y prisas que me alejan de quién soy.
Qué fácil perderse entre los pensamientos, las ideas y las creencias.
Puedes llegar a perderte tanto que llega un momento en que ya ni eres capaz de encontrar el camino de regreso. El camino a perderse es fácil. El camino de vuelta no es ni fácil ni cómodo ni rápido ni recto. Y ese camino cambia a cada paso, por lo que hay que ser maleable, adaptable, ser barro, ser agua.
A veces será una canción quién te recordará que te has alejado. Otras un amigo, una mala experiencia, esa sensación de estar viviendo sin vivir o simplemente el perder aquella sonrisa.
Es bello tener en el camino esos albergues donde poder reposar y leerte a ti misma para reecontrarte, pero tampoco pasa nada ni debemos sentirnos culpables si no podemos cada día tener tiempo para regalarnos, para dedicárnoslo a nosotras mismas. La primera aceptación es la que no somos perfectas y debemos vivir con nuestras imperfecciones, con nuestras idas y venidas, con nuestras pérdidas de caminos. A veces, no es tanto cuestión de ir encontrando albergues en el camino sinó de hacer de tu camino tu albergue, con sus pros y sus contras. Me encanta cuidarme y hacer lo que me ilusiona. Pero también me encanta cuidar e ilusionar a los demás.
Y así es como vamos perdiéndonos para encontrarnos, como aquella película del gato y el ratón.
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