Odio las pepitas (hueso) de las mandarinas. Masticar un trozo de mandarina y notar con los dientes el crujir de una pepita en mi boca es una de las cosas que más angunia y asco me dan en esta vida.
Y tengo una manía.
Me es imposible meterme un trozo de mandarina en la boca sin antes escanearlo. Lo saco, lo cojo, lo planto frente al Sol y miro si en su interior tiene una pepita. Si la tiene descarto el trozo. Digamos que soy mandarina-selectiva.
Las personas somos como esos trocitos de mandarina. Algunas parecen apetitosas y jugosas por fuera, pero por dentro te repugnan. Las hay a quienes se les ve a simple vista. A otras al primer mordisco. Y a otras no lo descubres hasta que ya te has metido toda la pepita en la boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario