Nos educan para esconder y avergonzarnos de nuestras fragilidades. Pero no por esconderlas, desaparecen. Están ahí, siguen ahí, con nosotros, sin aceptarlas, escondiéndolas, avergonzándote incluso de ellas. Hasta que un día esas fragilidades de tanto esconderlas te rompen, y las piezas del puzzle se separan pareciendo imposible recomponerlo.
Y te pierdes entre esas piezas hasta que reconoces y aceptas que tú eres eso. Que tú también eres pedazos, inacabada, imperfecta. Que las cosas también se rompen para volverlas a recomponer. Y empiezas a coger una a una cada una esas piezas. Y las miras, las analizas y empiezas a reconstruirte.
Y vuelves a respirar aquellos anhelos y deseos y a dejar ir los miedos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario