𝗡𝗼 𝗮𝘀𝗽𝗶𝗿𝗼 𝗮 𝘀𝗲𝗿 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝘂𝗷𝗲𝗿 𝗯𝘂𝗲𝗻𝗮, 𝗮𝘀𝗽𝗶𝗿𝗼 𝗮 𝘀𝗲𝗿 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝘂𝗷𝗲𝗿 𝘃𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲.
De pequeña me enseñaron que para ser una buena niña y una buena mujer siempre tenía que poner la otra mejilla. Pero con el paso del tiempo reaprendí y ahora si alguien se acerca y rompe mi límite no dudo en defenderme, y yo sí que voy a tocar su mejilla con fuerza, decisión y firmeza.
Poner la mejilla no es nobleza, es conformismo. La nobleza no siempre se encuentra en la integridad, la compasión y mucho menos en la sumisión, sino en la valentía de defender nuestros límites.
No aspiro a ser una mujer buena, aspiro a ser una mujer valiente.
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