Esta humanidad, o mejor dicho, deshumanidad, parece no tener límite en odiar.
Justificar ciertas imágenes de guerras, peleas, abusos... se está volviendo en algo "normal".
Siempre recordaré aquella frase de mi profesor de historia: "si no sabemos de dónde venimos volveremos a cometer los mismos errores", "si no conocemos nuestra historia la volveremos a repetir".
Y así vamos. El pasado de nuestra historia no ha servido ni nos está sirviendo para aprender nada.
El progreso, la ciencia y la tecnología ha avanzado a pasos agigantados, pero nuestro "espíritu" animal y humano sigue dormido en la mayoría de nosotros.
Alegrarse, aplaudir y vitorear actos violentos, torturas... o simplemente hacerse el ciego ante las barbaridades que se está cometiendo en este planeta, no hace más que alimentar nuestra vena más salavaje y cruel. Y parece que no tiene fin.
¿Qué estamos dejando a nuestros hijos? ¿qué mundo estamos dejando?
La indiferencia es tan culpable como aquel que aprieta el gatillo.
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