2 de enero de 2023

Propósitos

 

 

Hace mucho tiempo que no me pongo lentejuelas ni tacones para fin de año (aunque en realidad pocas veces fueron, y si fueron, fueron fruto de esa locura llamada adolescencia, sí, todo el mundo hace el "pena" en esa época, y yo no voy a ser una excepción). 

También hace mucho tiempo que los cambios de dígitos del año los digiero de otra manera. Y hace tiempo que tampoco uso esa celebración de las uvas para marcarme nuevos propósitos, sí, de esos que después nadie cumple, porque los propósitos no deberían nacer en un instante de locura o de buena fe, sinó después de un camino de reflexión, coherencia y sensatez.  

Además, cada día me importa menos que mi vida encuadre o no con éxito en el objetivo de la cámara. Al fin y al cabo, ¿hay algo más subjetivo que el éxito?

Y es precisamente en estas fechas navideñas cuando menos pienso en mí, no, no porque un espíritu navideño ñoña me invada (aunque no negaré que un poco, o algo más, sí jaja), sinó simplemente porque a mi Yo-Niña le encanta jugar mucho estos días con los demás.

Lo que sí tengo claro es que me encantaría que en esa lista de deseos que estos días la gente quema en una velita a las 12 de la noche, o que envía en la carta de los Reyes Magos, también pidiesen un país más digerible, el poder festejar lo que ahora reivindicamos, vivir en una sociedad más sostenible, en el que la superficilidad diera marcha a atrás para volver a dejar sitio a lo humano, acabar con la incoherencia de las redes sociales y que todos seamos capaces de mirarnos en el espejo, reconocernos tal y cuál somos, sonreir y aceptar que lo que está ahí delante tuya, lo que hay reflejado en ese espejo, eres TÚ mism@, con sus imperfecciones, pero TÚ... perfectamente imperfect@.


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