19 de mayo de 2023

Fantaseando

 

Hubo un tiempo en el que era una de las personas más fantasiosas del mundo. Vivía entre dos mundos. Compaginaba dos mundos internos. 
 
Era capaz de meterme de cabeza dentro de la pantalla del televisor, y recorrer el lejano oeste a caballo, o teletransportarme por el espacio y merodear entre especies de lo más inverosímiles. O mirar al cielo y verme surcando las nubes en un cohete. O luchar contra los malos de la mano de otros superhéroes. 
 
Y fantaseaba con cada una de esas historias, en ellas y con ellas, con sus escenarios, con sus personajes... alternándolo con los quehaceres del día a día y también, claro está, con las diversiones de una persona de aquella edad.
 
A veces, alguna de esas historias me enganchaba hasta la médula, me enamoraba de sus personajes, soñaba en algún día lograr sus hazañas en este mundo de cartón piedra.
 
Y así fui construyendo mis fantasías, y con ellas mi futuro, hasta llegar a dónde estoy ahora. Y así es como he ido creciendo con ellas. No se podría explicar mi presente sin mi pasado, ni sin mis fantasías, porque ellas también fueron mi motor en muchas ocasiones, y mi refugio.
 
Y es que ¿quién no se ha inventado nunca una historia, una fantasía, ya sea con personajes reales o ficticios? 
 
Hay veces que seguramente necesitamos inventarnos un mundo paralelo mejor que éste. Y esas fantasías alimentan nuestra imaginación, nuestros escritos, nuestras obras, nuestras acciones, incluso nuestra propia vida, esa vida, esos escritos, esas obras, que después compartimos con los demás. Incluso nos dan fuerzas para seguir adelante, para superarnos. ¡Qué sería del arte sin ellas! ¡Qué sería este mundo de los inventos sin ellas! ¡Qué seríamos sin ellas! ¡Son el origen de tantas cosas maravillosas!.
 
Otras veces esas fantasías también nos hacen compañía cuando aparentemente estamos solos. Pueden convertirse en un refugio apetitoso y apacible ante momentos de soledad, pero del que debemos aprender a no abusar... ya que podría llegar a convertirse en una droga que puede llegar a consumirte. Es tal la fuerza que pueden llegar a tener esas fantasías que algunas de ellas pueden acabar siendo desgarradoras, obsesivas, y hacerte alejar del día a día. Incluso hacerte llegar a pensar que nunca podrás librarte de ellas. No, no he llegado nunca a ese extremo. Cabeza en el cielo, pies sobre la tierra, siempre digo. Pero ¡qué fuerza pueden llegar a tener algunas!
 
Otras son un complemento más, y algunas tu motivación en la vida. ¡Bendita motivación!
 
He fantaseado, he soñado, y muchísimo.
 
Al fin y al cabo, las fantasías son como los polvos de hada de Campanilla, pero en vez de llevarte al País de Nunca Jamás te transportan a tu propio mundo imaginario dónde tú dibujas y desdibujas a tu antojo. Y eso es muy apetecible.
 
Soñaba despierta. Mucho más que ahora. Y me pregunto en qué momento de mi vida se quedaron aquellas fantasías.
 
Supongo que a cada etapa sus sueños. Algunos se desvanecen con el paso de los años. Otros son pisoteados por las circunstancias. Y unos cuantos sobreviven.
 
Sí, sigo soñando, los sueños nunca se acaban, mi cabecita siempre va a cien. Qué digo a cien…¡a mil! es cómo si hubiese una fuente inagotable dentro de mi cabecita, pero… ya no me visitan con tanta asiduidad ni con tanta intensidad. 
 
Sigamos soñando, sigamos fantaseando, no lo dejemos a un lado, porque entonces su desaparición será directamente proporcional al número de velas que soplamos cada año en el pastel. Y sin esos sueños, sin esas fantasías, todo puede acabar en la Nada. 
 
Nunca olvidemos, soñar… dejemos llevarnos también por las fantasías para que su luz también nos ilumine.
 
Este mundo está lleno de utopías que se han hecho realidad.
 
Este mundo está lleno de fantasías que se han hecho realidad.
 

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