La rapidez, la inmediatez, la impaciencia, la inercia a anticiparse. Esa que hizo arrojarse a Egeo al mar.
¡Cuántas veces llegué a tirarme al mar por ello!
Pero la sal de esas aguas me enseñaron con los años a aprender a frenar la lengua y a no reaccionar con tanta rapidez ante algo que escucho o veo.
Cuesta morderse la lengua y contar hasta diez 'antes de'. ¡Y mucho! Es algo que sale tan de dentro, que cuánto más lo contengo más ganas tiene de salir disparado como aquel tapón de corcho de una botella de cava que antes han agitado. Y a más retengo, con más fuerza sale.
Me cuesta 'no empezar a' y me cuesta 'retirarme'. Me cuesta morderme la lengua.
Además, soy de mena cabezota. Pero al final aprendes a elegir las batallas, no todo el mundo merece tu atención, tu compañía o tus puntos de vista.
Pero sigo siendo muy impulsiva para muchas cosas, lo sé... demasiado todavía, pero creo que ya consigo contar hasta ocho... bueno,... hasta cinco,.... vaaaale, tenéis razón... sólo hasta tres antes de reaccionar. Y sí, los resultados suelen ser más positivos...
Espero aprender a conseguir contar hasta diez 'antes de'. Pero eso creo que es un reto que me durará toda la vida... e incluso la eternidad.
Suelo ser demasiado impulsiva tanto para el Sí como para el No, para tirar hacia delante o para atrás, para lanzarme o agarrarme... pero que es la vida sino el pulso del corazón? Y el mío late lento, pero muy fuerte...
Ahora muchos entenderéis porque mi modo de aprender de la vida, en parte, es a partir del error-acierto.
Mi adaptación: aprender rápido y a la primera.
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