7 de enero de 2024

MA, ME, MI SOLEDAD

 


 

Las primeras veces que frecuentas la soledad te puede producir verdadero vértigo, porque se nos caen las máscaras, los tópicos, los prejuicios que cada uno de nosotros nos hemos construido a nosotros mismos. En ese momento, en la intempérie, te sientes desnuda y vulnerable, dejas de saber qué eres y una fuerza te empuja a indagar quién se esconde detrás del personaje que decidiste ser. Supongo que por eso dicen que no podemos llegar a ser nosotros mismos sino nos entrenamos a frecuentar la soledad.


A veces la soledad es liberación, deshinibición, mientras otras veces es condena, impotencia o maldición.
A veces me pregunto si, en este mundo, la soledad es el precio que debemos pagar para ser nosotros mismos porque, por mucho que buscas e intentas, pocas veces logras desnudarte en compañía.
Sentirse sola no es lo mismo que estar sola. A veces me puedo sentir sola pero no lo estoy.  ¡Cuántas veces la soledad es más densa y llena que ciertas compañías!


A veces, estando sola no me siento sola. 


Y otras veces, sin saberlo, estoy sola.


Pero al final, siempre llego a la misma conclusión: nada de excesos. Tampoco de soledad. Existe una ley en la que creo, la ley del péndulo, que también se aplicaría entre la soledad y la compañía. Ese vaivén entre la vida pública y privada, entre la compañía y la soledad. Clave, como mínimo, para mi equilibrio mental y emocional. Buscar la soledad para vivir más a fondo la compañía de los demás, para después regresar a la soledad para meditar sobre la compañía.


Sea lo que sea, hay una cosa segura, el vivir en soledad o en compañía es también el elegir en este mundo con quién y cómo relacionarse. Y eso no es tarea fácil si se quiere un resultado aceptable.

 

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