Soy tan pequeñita que mi sombra cabe en el agujero de un alfiler,
y una simple hoja me puede llegar a aplastar.
Soy tan pequeñita que a veces siento temor por quedarme sola,
pero al mismo tiempo también tengo miedo de ser demasiado grande.
Soy tan pequeñita que puedo acurrucarme en cualquier rinconcito de tu corazón,
en un simple parpadeo,
en un sutil suspiro.
Soy tan pequeñita que soy la última a la que abraza el primer rayo de Sol,
y la primera a la que alcanza el rocío de la mañana.
Soy tan pequeñita que una suave y delicada ráfaga de viento me puede transportar hasta lo más alto de aquella rama, hacerme surcar el cielo hasta poder acariciar las nubes con las puntas de los dedos o embarcarme en un largo viaje hasta el país de Nunca Jamás y de No Regresar.
Soy tan pequeñita que a duras penas conozco algo de este mundo, más allá de mis diminutos pasos y mis chiquitas manos.
No me ves, pero me puedes sentir. ¡Fíjate!, ahora te estoy haciendo cosquillitas en la punta de la nariz. Y ahora estoy escalando por tus cabellos para susurrarte al oído lo mucho que te quiero.
Tus lágrimas son tan gigantes para mí, que puedo zambullirme en ellas, ¡uy!, son tan saladas como el mar.
Soy tan pequeñita que si quieres besarme no te queda otra que soplarme en la mejilla, y me transformaré en la fragancia de una delicada florecilla.
Pero es que, desde ahí arriba, sentadita en el borde de la Luna, ¡os veo a todos también tan pequeñines!
Pero es que, shhhh, te contaré un secreto, la grandeza no se mide en el tamaño de los pies sino en lo grande que tú te sientas y la distancia en la que te ven. Y esa sonrisa tuya me hace sentir enorme, y me hace crecer y recordar que soy feliz, que así soy feliz.
Y así es como me gusta a mí.
Buenos días Pequeñin@s.
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